A pesar de los indudables avances de la medicina, la realidad es que en torno al 40% de la población padecerá enfermedades crónicas, entre ellas degenerativas o autoinmunes, que no tienen cura. El creciente conocimiento científico pone de manifiesto la gran complejidad de los mecanismos de esas enfermedades. Intentar solucionarlas mediante los clásicos medicamentos, que consisten en moléculas que actúan sobre un número muy limitado de dianas terapéuticas, se torna a todas luces insuficiente.
Tenemos que añadir el problema del envejecimiento progresivo de la población, que experimenta un aumento de vulnerabilidad fisiológica. Entre sus consecuencias están un incremento importante de enfermedades degenerativas crónicas, una mayor susceptibilidad a las infecciones graves, el riesgo de interacciones y efectos adversos derivados de la combinación de medicamentos y, en definitiva, a una disminución de la calidad de vida.
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